El Primitivismo en Arquitectura: Definición, Variaciones y Ejemplos
El primitivismo en arquitectura es una corriente de pensamiento y diseño que toma como referencia los modos de habitar más elementales del ser humano, vinculados a la naturaleza y a la construcción con recursos inmediatos del entorno. No se trata de reproducir literalmente formas arcaicas o ancestrales, sino de rescatar su lógica esencial: la simplicidad estructural, el uso de materiales naturales y locales, y la adaptación al medio ambiente. Desde una mirada romántica, el primitivismo idealiza lo natural y lo simple, vinculándose a culturas consideradas originarias y otorgando un carácter simbólico, mítico o exótico a las obras. Asimismo, puede aparecer como escenografía artificial o como parte de tendencias estéticas y culturales de las ciudades, generando atmósferas que trasladan lo natural a contextos artificiales. En síntesis, el primitivismo constituye tanto una reflexión teórica sobre el origen de la arquitectura como una práctica que recupera formas esenciales, expresividad material y un vínculo profundo con la naturaleza y sus significados.
En este trabajo se propone una comparación entre Europa y Buenos Aires, ya que la capital argentina, en pleno proceso de modernización durante la segunda mitad del siglo XIX, adoptó muchos de los modelos urbanos y estéticos europeos, en particular los parisinos. Analizar ambos contextos en paralelo permite observar cómo una misma corriente —el primitivismo— se tradujo en escenarios diferentes: en Europa, como parte de las transformaciones de las grandes capitales industriales, y en Buenos Aires, como herramienta de las élites para proyectar una imagen cosmopolita, moderna y a la altura de las metrópolis europeas.
Variaciones del primitivismo: escala monumental
El primitivismo de fines del siglo XIX no buscó volver literalmente a la vida prehistórica, sino recrear un paisaje de apariencia natural que contrastara con la ciudad industrial. En su escala monumental, esta corriente se expresó en parques y plazas donde la “naturaleza” era completamente construida para el paseo y el espectáculo. En Buenos Aires, estas obras estuvieron ligadas a la Generación del 80, una élite que —como escriben Schavelzon y Girelli— veía en esos escenarios un “paisaje artificial y una arquitectura hecha para el deleite de un grupo social peculiar”. París era el modelo a seguir: “Había que hacer palacios, jardines y casas de verano, había que hacer parques y plazas; avenidas y paseos, porque a su vez éramos parte del tour de otros”.
Buenos Aires: la gruta de Constitución
Uno de los ejemplos más impactantes fue la Gruta de Constitución, dentro del proyecto de modernización de Torcuato de Alvear. El viejo “Parque del Sur” se transformó en una gran plaza frente a la estación de ferrocarril y en su centro se levantó una montaña artificial de cemento y rocalla, con torreón, túneles, pasarelas y miradores. Construida entre 1885 y 1888, la gruta ofrecía un recorrido lleno de rampas, escaleras y pasadizos que sorprendía a los visitantes y convertía el paseo en una pequeña aventura urbana. Como señalan las memorias municipales citadas por Schavelzon, “esta gruta, sin que nadie lo quisiera, sirvió para una de las actividades para la que se había planeado: fue un núcleo de reunión, de intercambio social, tema de discusión y polémica”. Más que un simple adorno, funcionó como lugar de encuentro y sociabilidad, un verdadero monumento de la época.
Europa: Parc des Buttes-Chaumont (París)
En Europa, un ejemplo claro de este primitivismo monumental es el “Parc des Buttes-Chaumont en París”, inaugurado en 1867 en plena transformación de la ciudad con Haussmann. El lugar era antes un terreno degradado de canteras y basurales, que se convirtió en un parque lleno de artificios: grutas, cascadas, un lago, un puente colgante y hasta un templo inspirado en la Antigüedad. Todo era construido, pero la idea era que pareciera naturaleza salvaje. Lo interesante es que el paseo se pensaba como una experiencia: recorrer túneles, cruzar pasarelas o subir hasta miradores que sorprendían al visitante. Igual que con la Gruta de Constitución en Buenos Aires, lo monumental no estaba solo en el tamaño de la obra, sino en la forma en que transformaba un pedazo de ciudad en escenario de espectáculo y sociabilidad.
Variaciones del primitivismo: escala ornamental
En su variante ornamental, el primitivismo se expresó en pequeños objetos y estructuras decorativas, pensadas para jardines privados, estancias o ámbitos semipúblicos. A diferencia de los grandes parques y montañas artificiales de escala monumental, acá la “naturaleza” se reducía a bancos, troncos, escaleras rústicas, kioscos, grutas o macetas. Eran artificios construidos en cemento pero trabajados para imitar piedra, madera o roca irregular, buscando generar sorpresa y dar al entorno un aire pintoresco o exótico. Como señalan Schavelzon y Girelli, “se construían grutas, árboles, montañas y troncos de cemento imitando la naturaleza. Eran caprichos ornamentales que buscaban provocar sorpresa y deleite en un entorno controlado”.
Buenos Aires: el Jardín Zoológico
Uno de los espacios más representativos del primitivismo ornamental fue el Jardín Zoológico de Buenos Aires. Allí se instalaron grutas artificiales, bancos y troncos de cemento que acompañaban los recintos de animales, creando un recorrido cargado de exotismo y fantasía. Estos elementos no tenían una utilidad práctica más allá de la decoración: su objetivo era transportar al visitante a “mundos lejanos” mediante artificios de apariencia natural. Como explican Schavelzon y Girelli, “el cemento se trabajaba para imitar piedra, madera o roca irregular. El resultado era un artificio naturalizado, un objeto que parecía naturaleza pero que era pura construcción”. El zoológico representaba así el espíritu ornamental del primitivismo: pequeños escenarios fabricados, pensados para entretener, sorprender y distinguir socialmente a quienes los recorrían.
Europa: los “bandstands” en el Reino Unido victoriano
En el Reino Unido victoriano, los parques públicos incorporaron estructuras como los bandstands —kioscos de música de hierro fundido que, más allá de su función lúdica, se convirtieron en espacios de representación simbólica. Muchos de ellos fueron diseñados con ornamentaciones orientalistas o arabescas, evocando la arquitectura “morisca” o “china” dentro de entornos urbanos europeos. Esta apropiación estética respondía al mismo impulso que en otros ámbitos llevó a imitar culturas consideradas exóticas o primitivas: transformar lo lejano en espectáculo cotidiano. Así, los parques británicos del siglo XIX se volvieron escenarios donde lo “otro” se materializaba en pequeñas arquitecturas públicas, accesibles a toda la sociedad. En ambos casos, lo artificial disfrazado de naturaleza o de exotismo funcionaba como escenografía social: escenarios fabricados para entretener y reafirmar distinciones culturales y de clase.
Conclusión
El primitivismo arquitectónico, tanto en su escala monumental como ornamental, operó como una forma de trasladar lo natural y lo exótico a la ciudad moderna. En parques como el de Constitución en Buenos Aires o el de Buttes-Chaumont en París, la monumentalidad se expresaba en montañas y grutas artificiales que transformaban terrenos urbanos en paisajes espectaculares. En espacios como el Zoológico porteño o los bandstands británicos, lo ornamental cumplía una función similar a menor escala, generando artificios pintorescos que evocaban lo lejano y lo primitivo. En todos los casos, lo que se construía era un escenario: un dispositivo cultural donde lo artificial se presentaba como naturaleza o exotismo, y donde el paseo urbano se convertía en experiencia estética y social. Así, el primitivismo no fue un simple estilo, sino una práctica que revelaba cómo las sociedades de fines del siglo XIX usaban la arquitectura para ensayar vínculos imaginarios con lo originario, lo ancestral y lo diferente.


